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Foto del escritorAlma Estrada

Los bosques de la tierra ya no cuentan con árboles viejos

La revista Science publicó el mes pasado un estudio donde advierte que los árboles viejos y altos, esos gigantes majestuosos que maravillan con solo verlos, se están muriendo.


Si bien las perturbaciones naturales (inundaciones, deslizamientos de tierra, infestaciones de insectos, hongos, enfermedades, incendios forestales, etc.) afectan negativamente a los bosques, éstas no se comparan con la magnitud del daño que los humanos ocasionamos con la sobreexplotación y la deforestación, principalmente, así como la reducción de los sumideros de carbono necesarios para reparar el exceso de carbono atmosférico resultante de las emisiones de gases de efecto invernadero inducidas por el hombre.


Ahuehuete, árbol nacional de México


Estas perturbaciones aumentan constantemente la mortalidad y obligan a los bosques hacia rodales de menor estatura y más jóvenes, lo que reduce el potencial de almacenamiento de carbono.


En consecuencia, los árboles viejos y sanos se están perdiendo a un ritmo alarmante, lo que hace que los bosques del planeta sean más chicos y jóvenes. El mundo ha perdido aproximadamente un tercio del bosque antiguo entre 1900 y 2015. En América del Norte y Europa, donde había más datos disponibles, descubrieron que la mortalidad de los árboles se ha duplicado en los últimos 40 años.

Diagrama conceptual de los componentes de la dinámica forestal y las perturbaciones que los impulsan.


En la imagen de la izquierda de observa un ecosistema maduro y sano, un clásico bosque antiguo, con arboles altos, frondosos y con variabilidad. En la segunda imagen, el sistema se ve perturbado por incendios, brotes de insectos u otra perturbación a gran escala que elimina la mayoría de los árboles originales y se establecen especies adaptadas al rápido crecimiento. En la siguiente imagen, se observa la recuperación forestal, sin embargo la mortalidad aumenta con el tiempo a medida que la competencia conduce a un autoadelgazamiento forestal. Finalmente, se observa un ecosistema maduro dominado por especies que han reemplazado a la comunidad original y que crecen en respuesta a los cambios ambientales crónicos existentes como mayor CO2, temperatura y déficit de presión de vapor, por mencionar algunos, lo que lleva a tener un ecosistema nuevo, de menor tamaño.


Aunado a todo lo anterior, el crecimiento de los árboles requiere mayor agua y nutrientes, de esta forma un árbol sano podrá absorber una mayor cantidad de CO2. Sin embargo, en escenarios de calentamiento global que aumenta las posibilidades de sequía e incendios forestales, la posibilidad de que los árboles se desarrollen adecuadamente es baja y, por lo tanto, la vida de los bosques como la conocíamos.


Para conocer el estudio https://science.sciencemag.org/content/368/6494/eaaz9463

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